
Eucaristía de las Familias- Domingo 28 del Tiempo Ordinario – Ciclo B

¿Qué prioridades tengo en mi vida?
¿Eres como el joven rico: cumplidor…pero incapaz de desprenderte de tantas cosas materiales que te atan y que te impiden ser totalmente del Señor?
¿Eres generoso con los que necesitan tu ayuda o te conformas con dar un poco de lo que te sobra en determinadas campañas para tranquilizar tu conciencia?
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Queridas familias, de nuevo nos encontramos para celebrar la Eucaristía. En este domingo nos vamos a plantear cómo quiere Jesús que vivamos este curso que hemos empezado. Hoy Jesús nos va a enseñar a vivir el amor y la amistad.
Pedimos perdón:
Porque muchas veces no somos detallistas con los amigos.
Porque muchas veces no somos buenos amigos sino que «jugamos» a ser amigos, sin tomárnoslo en serio.
Porque a veces somos capaces de romper una amistad por cosas sin importancia.
1ª lectura: Gen 2,18-24;
Salmo 127: “Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida”
2ª Lectura: Heb 2,9-11;
Evangelio: Mc 10,2-16: El texto evangélico de hoy nos explica que Dios ha creado al ser humano hombre y mujer y en su unión matrimonial uno y otro se enriquecen y se complementan mutuamente. La unión es sagrada y nada ni nadie debe separarla. La amistad como el amor exige fidelidad al amigo o la amiga, cuando las cosas van bien y cuando van mal…
¿Soy capaz de reconocer el bien en los demás o suelo caer en la tentación de que sólo lo bueno están en mi grupo o en mi forma de vivir la fe?
¿ En qué grupo del Evangelio me encuentro: en el de los pequeños, el de los débiles, el de los evangelizadores?
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El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 9, 38-43.45.47-48) nos presenta uno de esos momentos particulares muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Estos habían visto que un hombre, el cual no formaba parte del grupo de los seguidores de Jesús, expulsaba a los demonios en el nombre de Jesús, y por eso querían prohibírselo. Juan, con el entusiasmo acérrimo típico de los jóvenes, informa sobre el hecho al Maestro buscando su apoyo; pero Jesús, al contrario, responde: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros» (vv. 39-40)…Leer más
Del 17 al 26 de septiembre, a las 19,00 h.
Exposición del Santísimo, Santo Rosario, Novena y Eucaristía a las 19,30h.
Domingo, 26 de septiembre a las 12,00 h.
Misa Solemne
(Cantada por el coro»El Carmen de Guadalajara»)
Lunes, 27 de septiembre 19,30 h.
Misa por los hermanos difuntos de la Hermandad de la Soledad
Consulta el Tríptico de la Novena
Todos los actos se celebrarán en la iglesia de El Carmen
¿En qué y por qué quieres ser el primero? ¿Qué es lo más primordial en tu corazón?
¿Tienes afán de superarte en tu vida cristiana? ¿Sirves a los demás o te sirves de los demás?
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«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
¿Un buen maestro? ¿Uno que te hace bien al corazón? ¿Uno que camina contigo en la vida, que te ayuda a ir adelante, a ser un poco bueno?
¿Quién es Jesús para mi? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿ Confieso con todas las consecuencias el nombre de Jesús o me da miedo el compromiso que implica?
¿Soy un cristiano de cultura del bienestar o soy un cristiano que acompaña al Señor hasta la cruz?
En el pasaje evangélico de hoy (cf. Marcos 8, 27-35) vuelve la pregunta que atraviesa todo el Evangelio de Marcos: ¿Quién es Jesús? Pero esta vez es Jesús mismo quien la hace a los discípulos, ayudándolos gradualmente a afrontar el interrogativo sobre su identidad. Antes de interpelarlos directamente, a los Doce, Jesús quiere escuchar de ellos qué piensa de Él la gente y sabe bien que los discípulos son muy sensibles a la popularidad del Maestro. Por eso, pregunta: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» (v. 27) De ahí emerge que Jesús es considerado por el pueblo como un gran profeta. Pero, en realidad, a Él no le interesan los sondeos de las habladurías de la gente. Tampoco acepta que sus discípulos respondan a sus preguntas con fórmulas prefabricadas, citando a personajes famosos de la Sagrada Escritura, porque una fe que se reduce a las fórmulas es una fe miope…