Horario de misas domingos y festivos


A partir del domingo 23 de junio incluido y hasta que se reanude la catequesis,
NO se celebrará Misa a las 13:00 h.
Domingos y festivos
En el Carmen:  10,00 h.
En San Nicolás el Real: 12:00 h. – 19:30 h. – 21:00 h.

De lunes a sábado
En  El Carmen: 10:00 h
En San Nicolás el Real: 12:00 h. –  19:30 h. 


14 Domingo del Tiempo Ordinario – B

La página evangélica del día (cf. Marcos 6, 1-6) presenta a Jesús cuando vuelve a Nazaret y un sábado comienza a enseñar en la sinagoga. Desde que había salido de Nazaret y comenzó a predicar por las aldeas y los pueblos vecinos, no había vuelto a poner un pie en su patria.

Ha vuelto. Por lo tanto, irá todo el vecindario a escuchar a aquel hijo del pueblo cuya fama de sabio maestro y de poder sanador se difundía por toda la Galilea y más allá. Pero lo que podría considerarse como un éxito, se transformó en un clamoroso rechazo, hasta el punto que Jesús no pudo hacer ningún prodigio, tan solo algunas curaciones (cf. v. 5).

La dinámica de aquel día está reconstruida al detalle por el evangelista Marcos: la gente de Nazaret primero escucha y se queda asombrada; luego se pregunta perpleja: «¿de dónde vienen estas cosas?», ¿esta sabiduría?, y finalmente se escandaliza, reconociendo en Él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer (vv. 2-3).

Por eso, Jesús concluye con la expresión que se ha convertido en proverbial: «un profeta solo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio» (v. 4). Nos preguntamos: ¿Por qué los compatriotas de Jesús pasan de la maravilla a la incredulidad? Hacen una comparación entre el origen humilde de Jesús y sus capacidades actuales: es carpintero, no ha estudiado, sin embargo, predica mejor que los escribas y hace milagros.

Y en vez de abrirse a la realidad, se escandalizan: ¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple! Es el escándalo de la encarnación: el evento desconcertante de un Dios hecho carne, que piensa con una mente de hombre, trabaja y actúa con manos de hombre, ama con un corazón de hombre, un Dios que lucha, come y duerme como cada uno de nosotros.

El Hijo de Dios da la vuelta a cada esquema humano: nos son los discípulos quienes lavaron los pies al Señor, sino que es el Señor quien lavó los pies a los discípulos (cf. Juan 13, 1-20). Este es un motivo de escándalo y de incredulidad no solo en aquella época, sino en cada época, también hoy. El cambio hecho por Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. También en nuestros días, de hecho, puede pasar que se alimenten prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita a asumir una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de maneras sorprendentes, que no se corresponden con nuestras expectativas. Pensemos juntos en la Madre Teresa di Calcuta, por ejemplo. Una hermana pequeña —nadie daba diez liras por ella— que iba por las calles recogiendo moribundos para que tuvieran una muerte digna. Esta pequeña hermana, con la oración y con su obra hizo maravillas. La pequeñez de una mujer revolucionó la obra de la caridad en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días. Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos en abrir el corazón y la mente, para acoger la realidad divina que viene a nuestro encuentro. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios.

Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: se repiten los gestos y signos de fe, pero no corresponden a una verdadera adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio. Cada cristiano —todos nosotros, cada uno de nosotros— está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de testimoniarla con una conducta coherente de vida, cuyo hilo conductor será la caridad.

Pidamos al Señor, que por intercesión de la Virgen María, deshaga la dureza de los corazones y la estrechez de las mentes, para que estemos abiertos a su gracia, a su verdad y a su misión de bondad y misericordia, dirigida a todos, sin exclusión.

S.S.Francisco, Ángelus, 8 de julio de 2018
Fuente: vatican.va

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 ¿No estaremos rechazando también nosotros a Cristo con nuestras actitudes que dejan mucho que desear como cristianos: egoísmos, comodidades, falta de compromisos, con nuestros silencios y miedos de ir a contracorriente en algunos ambientes…. ?

Jornada de responsabilidad en el tráfico 2024 – domingo, 7 de julio

En este enlace puedes encontrar información y recursos para la Jornada

Carta de nuestro obispo

Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.

La destreza en la conducción, la rapidez de reacción ante los imprevistos, los buenos reflejos y la experiencia contribuyen a unos desplazamientos más seguros y sin incidencias. Pero la prudencia siempre ha de estar activada. Nunca se sabe lo que puede suceder en un instante determinado, en una fracción de segundo.

No es bueno conducir con miedo, pero tampoco es saludable hacerlo de un modo temerario. Es necesario respetar a los demás conductores, a los pasajeros con los que se comparte el automóvil, a los viandantes, a los ciclistas y motoristas. El respeto es un factor determinante para construir una cultura de la conducción y vivir la responsabilidad en el tráfico.

En los grandes desplazamientos de comienzos, fase intermedia y final de las vacaciones suele haber retenciones, impaciencias, colisiones, lesiones y víctimas personales. Cuando nos ponemos al frente del volante parece que las recomendaciones sobre la prudencia no vayan con nosotros, porque las tenemos interiorizadas. Pero la interiorización no nos exime del riesgo.

No solamente somos responsables de lo que hacemos, sino que también podemos sufrir las consecuencias de las acciones u omisiones del resto de conductores.

Las revisiones periódicas del vehículo, el control de niveles, el mantenimiento, junto con el respeto a las señales y normas de tráfico son la base sobre la que se puede comenzar un viaje con mayor seguridad y menor incertidumbre.

Sin llegar a ser presuntuosos, los conductores solemos considerar que somos responsables, respetuosos con las normas, solidarios con los compañeros de carretera, bien educados y conscientes del valor y utilidad de los medios de transporte. Conseguir el permiso de conducir supone esfuerzo económico y personal. Con el paso del tiempo, se adquiere experiencia con el volante, pero aumentan las contingencias por exceso de confianza.

Son muchas las personas cuyo trabajo se realiza con vehículos de motor: profesionales del volante en las ciudades y en las carreteras, taxistas, conductores de camiones, de autobuses de líneas regulares o de transporte discrecional, de ambulancias, de coches de bomberos, agentes de tráfico, repartidores que conducen furgonetas, transportistas de rutas nacionales e internacionales. Hay muchos automovilistas que pasan un gran número de horas en el asfalto urbano y en las carreteras, y es preciso extremar la prudencia porque son muchas las vidas sometidas a un elevado nivel de peligro.

Es triste y lamentable el número de ciclistas que pierden la vida en las carreteras o que sufren graves accidentes como consecuencia de gestos imprudentes de los conductores de vehículos con motor. También resulta impactante la estadística de motoristas que padecen los errores de quienes llevan un volante entre las manos. No debemos acostumbrarnos a la triste realidad de los numerosos y graves accidentes de tráfico.

El Departamento de Pastoral de la Carretera, de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana, promueve la “Jornada de Responsabilidad en el Tráfico” de este año con el lema: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6).

Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

Julián Ruiz Martorell, Obispo de Sigüenza-Guadalajara