
Preparando la celebración de la confirmación con un buen grupo de chicos y chicas, repasábamos la profesión de fe, la renovación de las promesas bautismales que hay que hacer antes de recibir el sacramento, y que manifiestan compromiso de «ser discípulos de Jesucristo».
Comentando las afirmaciones de la fe, cuando pregunto «crees en la resurrección de Jesucristo », Martín, Laia y Neus responden: «No lo sé. ¿Cómo se puede demostrar?». Cabe mencionar que en su instituto había cuestionado el hecho, y que durante las reuniones de formación habíamos repetido que la clave vuelta de nuestra fe es la resurrección de Jesucristo. Sin resurrección no hay Espíritu, ni Iglesia, ni esperanza de una humanidad renovada, ni vida en plenitud tras vencida la muerte, ni verificación del Evangelio, de la Buena Noticia de la Salvación.
Me atrevo, como aquel día, a responder a la pregunta de cómo se puede demostrar. Quizás no lo puedo demostrar cómo desea -los dije-, si pensáis que la demostración es igual a la de una fórmula matemática, física, química o de lógica… Tampoco lo hicieron así los primeros testigos de la resurrección, apóstoles y discípulos… Lo hicieron con su vida, con su testimonio y con su muerte. Es decir, sí me atrevo a «mostrar» que no creían y no creemos en Jesús muerto, sino en Jesús muerto y resucitado. ¿Cómo? Con signos o hechos que -pienso- sólo pueden existir gracias a la resurrección de Jesucristo.
– El testimonio de los apóstoles, los primeros mártires y de los mártires de todas las generaciones que, a pesar de no querer morir, prefirieron ser fieles Jesús Resucitado, confirmando su fe antes de que alargar unos años su vida humana. Nuestros mártires siempre están dispuestos a dar la vida de una vez, o poco a poco, para ofrecer aquel que es la Vida con obras y palabras, pero nunca para tomar la vida a nadie…