25º Domingo de Tiempo Ordinario Ciclo C – Reflexión

 
Palabra de Dios
 
La vida es siempre una opción
 
En verdad, la vida es siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre  fidelidad e infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre bien y mal. Es incisiva y  perentoria la conclusión del pasaje evangélico: «Ningún siervo puede servir a dos  amos: porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al  primero y no hará caso del segundo». En definitiva —dice Jesús— hay que  decidirse: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16, 13).
 
La palabra que usa para decir dinero —»mammona»— es de origen fenicio y evoca seguridad económica  y éxito en los negocios. Podríamos decir que la riqueza se presenta como el ídolo al  que se sacrifica todo con tal de lograr el éxito material; así, este éxito económico se  convierte en el verdadero dios de una persona.  Por consiguiente, es necesaria una decisión fundamental para elegir entre Dios y  «mammona»; es preciso elegir entre la lógica del lucro como criterio último de  nuestra actividad y la lógica del compartir y de la solidaridad. Cuando prevalece la  lógica del lucro, aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una  explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del  compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un  desarrollo equitativo, para el bien común de todos.  En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la  injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás.
 
Si amar a Cristo y a los hermanos no  se considera algo accesorio y superficial, sino más bien la finalidad verdadera y  última de toda nuestra vida, es necesario saber hacer opciones fundamentales,  estar dispuestos a renuncias radicales, si es preciso hasta el martirio.

Hoy, como  ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como  Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz…

 
 
Así pues, parafraseando una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por  medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En  efecto, si existen personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener  un bienestar material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos,  deberíamos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de  esta tierra! (cf. Discursos 359, 10).  Ahora bien, la única manera de hacer que fructifiquen para la eternidad nuestras  cualidades y capacidades personales, así como las riquezas que poseemos, es  compartirlas con nuestros hermanos, siendo de este modo buenos administradores  de lo que Dios nos encomienda. Dice Jesús: «El que es fiel en lo poco, lo es  también en lo mucho; y el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho»  (Lc 16, 10)(…)

Fragmento homilía Benedicto XVI
23 septiembre de 2010
Fuente: vatican.va
Publicado en Lectio Divina.

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