15º Domingo -Tiempo Ordinario- A – Reflexión

 
Palabra de Dios
 
El evangelio de este domingo (Mt 13,1-23) nos muestra a Jesús que predica en las orillas del lago de Galilea, y, después de que ser rodeado por una gran masa de gente, se sube a una barca, se aleja un poco de la orilla y predica desde allí. Cuando hablaba al pueblo, Jesús utilizaba muchas parábolas: un lenguaje comprensible para todos, con imágenes traídas de la naturaleza y de situaciones de la vida cotidiana.
 
La primera que cuenta es una introducción a todas las parábolas: es la del sembrador, que siembra sus semillas sobre cualquier tipo de terreno. La verdadera protagonista de esta historia es la semilla, que produce más o menos fruto según el terreno donde ha caído. Los primeros tres terrenos son improductivos: sobre la calzada la semilla es comida por los pájaros, sobre el terreno pedregoso los brotes se secan pronto porque no tienen raíces; en medio de las zarzas las semillas se ahogan por las espinas. La cuarta tierra es la tierra buena, y por lo tanto, echa raíces y produce fruto…
 
  
En este caso, Jesús no sólo cuenta la parábola, también la explica a sus discípulos. La semilla caída en la calzada representa a todos los que escuchan el anuncio del reino de Dios pero no lo reciben, viene ‘El Maligno’ y se lo lleva. El Diablo no quiere que la semilla del evangelio germine en el corazón de los hombres. Esta es la primera representación.
 
La segunda es la de la semilla que cae sobre las piedras: eso representa a las personas que escuchan la palabra de Dios y la aceptan rápidamente, pero de forma superficial, porque no tienen raíces y son inconstantes; y cuando llegan las dificultades y las tribulaciones, estas personas se echan abajo pronto.
 
El tercer caso es la de la semilla que cae entre las zarzas: Jesús explica que se refiere a las personas que escuchan la palabra, pero, por culpa de las preocupaciones mundanas y de la seducción de la riqueza, es sofocada.
 
Por último, la semilla caída en terreno fértil representa a todos aquellos que escuchan la palabra, la aceptan, la guardan y la comprenden, y portan fruto. El modelo perfecto de esta ‘tierra fértil’ es la Virgen María.
 
Esta parábola nos habla hoy a cada uno de nosotros, como hablaba a los que escuchaban a Jesús hace dos mil años. Nos recuerda que somos el terreno donde el Señor posa la semilla de su Palabra y de su amor. ¿Con qué disposición lo acogemos? Y podemos hacer preguntas: ¿cómo es nuestro corazón? ¿A qué terreno se asemeja: a la calzada, a las piedras, a un arbusto? Depende de nosotros ser un terreno bueno sin espinas ni piedras, labrado y cultivado con mimo, para que pueda dar frutos buenos para nosotros y para nuestros hermanos. 
 
También viene bien no olvidar que nosotros también somos los sembradores. Dios siembra la buena semilla, y también podemos hacernos la pregunta: ¿Qué tipo de semillas sale de nuestro corazón y de nuestra boca? Nuestras palabras pueden hacer tanto bien y tanto mal, pueden sanar y pueden herir, pueden dar fuerzas y pueden deprimir. Recordad: lo que cuenta no es lo que entra, sino lo que sale de nuestra boca y de nuestro corazón.
 
La Virgen nos enseña, con su ejemplo, como acoger la Palabra, custodiarla y hacer que produzca fruto en nosotros y en los demás.
 
Santo Padre Francisco
Homilía, 13 de julio de 2014
Fuente: vatican.va
Publicado en Lectio Divina.

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