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La imagen del grano de mostaza propuesta por Jesucristo al referirse a la Iglesia bien puede aplicarse a Infancia Misionera. Nació como una iniciativa humilde, integrada por un grupo de niños a quienes se pedía sencillamente una avemaría al día y una pequeña limosna al mes. Después de muchos años, ha crecido y se ha desarrollado hasta el punto de cobijar bajo sus ramas a millones de niños, procedentes de más de 130 países. Su finalidad es ofrecerles a ellos, los predilectos del Señor, algunos recursos para crecer y madurar como personas y como cristianos, a través de la labor educadora de sus padres, maestros y catequistas. Infancia Misionera no es un “verso suelto” en el contexto de la formación integral de los más pequeños, ni una “acción buena” para algunos grupos de niños. Va mucho más allá, porque se inserta armónicamente en el paulatino desarrollo de la iniciación de los niños a la fe y a la vida cristiana.
Fruto de esta convicción es desarrollar, desde la perspectiva misionera, las dimensiones de la iniciación cristiana, como se ha propuesto hacer el Secretariado de Infancia Misionera de 2015 a 2018. En este segundo año, el objetivo es ayudar a los niños a descubrir el origen de lo que son y de lo que tienen. Con la mirada puesta en la fe, se les va a invitar a contemplar a Dios como creador del universo y Padre providente, que cuida de las personas y las cosas para que toda la creación alcance la felicidad…
Así, la acción de gracias nace como respuesta por el favor recibido. Ambos dinamismos, gratitud y donación, son siempre fuente de alegría. Muchas veces, ni siquiera es necesario usar palabras. Basta una acción que exprese el movimiento de todo el ser. Así es la actitud de las personas “agradecidas” que conocemos.
“Sed constantes en orar; dad gracias en toda ocasión” (1 Tes 5,17-18)
Jesús, con sus gestos y palabras, inicia a sus discípulos en el reconocimiento de que todo lo recibido es pura gratuidad de Dios. De esta certeza brota la oración de acción de gracias. Cuando aquellos le insisten en que les ayude a alcanzar una familiaridad con el Padre, como lo ven en su vida, no les enseña solo la oración del padrenuestro, sino que les indica que esta relación oracional debe ser humilde, como la del publicano que reconoce que todo lo que tiene le viene de Dios; constante, como la de la mujer cananea; y agradecida, como Él mismo hace en múltiples ocasiones.
Antes de resucitar a su amigo Lázaro, Jesús se dirige al Padre para darle gracias porque siempre le escucha (cf. Jn 11,41-42). Cuando experimenta ternura y misericordia con aquella gente que lleva tiempo sin comer, después de bendecir los siete panes, da gracias a Dios por el don de la comida (cf. Mc 8,6). También da gracias al Padre porque es a los sencillos y los pequeños a quienes les ha revelado las cosas importantes (cf. Mt 11,25). Y en la última cena, pronuncia ante sus discípulos la oración de “acción de gracias” antes de instituir la eucaristía (cf. 1 Cor 11,24). Los cristianos de los primeros siglos reconocían con ese nombre de “acción de gracias” la celebración litúrgica del memorial del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. No podían elegir una expresión mejor, porque la eucaristía es la más grande de todas las acciones de gracias.
El niño de Infancia Misionera siempre dice: “Gracias”
La finalidad de esta Jornada misionera, por tanto, es suscitar en los niños la acción de gracias por:
— El don de la creación. Al contemplar la naturaleza, conviene promover entre los niños una corriente de gratitud y respeto por la belleza de tantas cosas que proceden de la bondad de Dios.
— El don de la vida. Los bienes disponibles para la subsistencia, como la comida, la vivienda, la salud, el vestido, la convivencia, etc., son regalos concedidos por Dios a través de la bondad y generosidad de los demás.
— El don de la fe. Entre los dones recibidos destaca este, el cual nace de que alguien nos ha traído la buena noticia de que Dios es nuestro Padre. Al reconocer los fieles de Colosas el don del Evangelio, Pablo les anima a dar “gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados” (Col 3,16).
— El don de ser “pequeños misioneros”. Los niños de Infancia Misionera descubren cada día que también ellos son protagonistas de esta corriente anunciadora de la bondad de Dios. Con su estilo de vida, su oración y generosidad, y sobre todo con su servicio a los demás, son como los misioneros que un día salieron de su tierra para estar muy cerca de los que más lo necesitan.
Para el niño de Infancia Misionera, la palabra “gracias” no es una simple respuesta de educación o convencional: es la expresión de lo que realmente siente en su corazón.
Anastasio Gil
Director de OMP en España
Director de OMP en España