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Tercer domingo del tiempo ordinario, domingo de La Palabra de Dios

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El domingo de la Palabra de Dios. Es una iniciativa que el Papa Francisco confía a toda la Iglesia para que » la comunidad cristiana se centre en el gran valor que la Palabra de Dios ocupa en su existencia cotidiana » (Aperuit illis 2). El 30 de septiembre pasado, durante el 1600 aniversario de la muerte de San Jerónimo, gran estudioso de la Sagrada Escritura y traductor de los textos originales al latín, el Papa hacía pública la Carta Apostólica Aperuit illis con la que instituía este domingo. La coincidencia con esa fecha, equivalía a un gesto de gran atención al vasto mundo que se reúne en torno a los estudios bíblicos y la exégesis bíblica, que en este año dará lugar a una serie diversificada de eventos con los que celebrar la figura y la obra de San Jerónimo…
  

Al concluir el Jubileo de la Misericordia, en la Carta apostólica Misericordia et misera, el Papa Francisco ya había hecho una alusión a esta perspectiva cuando escribió: » Sería oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, el conocimiento y la profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo. Habría que enriquecer ese momento con iniciativas creativas, que animen a los creyentes a ser instrumentos vivos de la transmisión de la Palabra.» (Mm 7). De hecho, tras el Concilio Vaticano II con la Dei Verbum, y el Sínodo sobre la Palabra de Dios (2008) con la Exhortación Apostólica Verbum Domini, se han llevado a cabo muchas iniciativas pastorales diferentes en el mundo con el fin de poner en el centro el conocimiento, la difusión, la reflexión y el estudio de la Sagrada Escritura.

 (…) En España ha nacido una revista, Biblia viva, para la animación bíblica de la pastoral.  

 Por eso el Papa con su Carta Aperuit illis ha querido » responder a las numerosas peticiones (…) del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el domingo de la Palabra de Dios» (Ai, 2). Este Domingo de la Palabra de Dios es, por tanto, una iniciativa pastoral de  Nueva Evangelización, con el fin de reavivar la responsabilidad que los creyentes tienen en el conocimiento de la Sagrada Escritura y en mantenerla viva mediante un trabajo de transmisión y comprensión permanente, capaz de dar sentido a la vida de la Iglesia en las diversas condiciones en las que se encuentra.

Tampoco puede pasar desapercibido el gran valor ecuménico que posee este domingo. El Papa Francisco ha establecido que se celebre siempre el tercer domingo del tiempo ordinario del año litúrgico, que, como podemos ver, cae cerca del Día del Diálogo entre judíos y católicos y de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. No se trata, pues, de una mera coincidencia temporal, sino de una elección que pretende marcar un paso más en el diálogo ecuménico, situando la Palabra de Dios en el centro mismo del compromiso que los cristianos están llamados a asumir cada día.

Como en las demás iniciativas del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, también ésta recurre a un logotipo característico, que sea como un espacio de catequesis que ayude a comprender el significado de la celebración de este domingo. Como se ve, se representa una escena bíblica muy conocida: el camino de los discípulos a la aldea de Emaús (cf. Lc 24,13-35), cuando en un momento dado del trayecto se acerca Jesús resucitado. El icono – obra de Sor Marie-Paul Farran, una monja egipcia que pasó toda su vida en el monasterio benedictino de Notre-Dame du Calvaire en Jerusalén, fallecida el pasado mes de mayo, y que Giordano Redaelli realizó gráficamente para las Ediciones San Pablo- destaca muchos aspectos que convergen en el domingo de la Palabra de Dios. Se pueden observar, en primer lugar, los personajes. Junto al Cristo que tiene en sus manos el «pergamino del Libro», es decir, la Sagrada Escritura que se cumple en su persona, están los dos discípulos: Cleopa, como escribe explícitamente Lucas, y, según algunos exegetas, su esposa. Cleopa sostiene en su mano el bastón, signo de la peregrinación; mientras que su esposa parece tocar a Cristo. Los dos rostros de los discípulos están vueltos al Señor; sus manos indican, respectivamente, la mano izquierda de la mujer a Cristo mismo, para afirmar que él es el cumplimiento de las antiguas promesas y la Palabra viva que debe ser anunciada al mundo; la mano izquierda de Cleopa indica, en cambio,  el camino que los discípulos deben recorrer para llevar a todos la buena nueva del Evangelio. Junto al discípulo está la estrella, signo de evangelización que guía sus pasos y los dirige hacia el futuro como una luz permanente. También hay que observar la dinámica del movimiento: los pies son una expresión de su estar en camino y ser enviados a los lugares donde deben llevar el anuncio de Cristo resucitado. Toda la escena del Logo, en definitiva, no hace más que recordar el corazón mismo del Domingo de la Palabra de Dios: el anuncio de Cristo resucitado no puede encontrar a los discípulos cansados u ociosos, sino dinámicos en la búsqueda siempre de nuevos lenguajes para permitir que la Sagrada Escritura sea la regla viva de la vida de la Iglesia.

(…) Como escribe el Papa Francisco: «Que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14).» (Aperuit illis, n. 15)». Un domingo, pues, a través del cual podemos redescubrir quiénes somos y qué responsabilidad tenemos en la Iglesia y en el mundo de hoy.

 
Fuente: Boletín de prensa de la Santa Sede
17 de enero de 2020
Intervención de S.E. Mons. Rino Fisichella 
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