4º Domingo de Pascua- Ciclo C – Reflexión

 
El cuarto domingo del tiempo de Pascua se caracteriza por el Evangelio del Buen  Pastor, que se lee cada año. El pasaje de hoy refiere estas palabras de Jesús: «Mis  ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida  eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo  que me ha dado, es mayor que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi  Padre. Yo y el Padre somos uno» (Jn 10, 27-30). En estos cuatro versículos está  todo el mensaje de Jesús, está el núcleo central de su Evangelio: Él nos llama a  participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna. 

Jesús quiere entablar con sus amigos una relación que sea el reflejo de la relación  que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la  confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento  profundo, esta relación de amistad, Jesús usa la imagen del pastor con sus ovejas:  Él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamada y le siguen.
 
Es  bellísima esta parábola. El misterio de la voz es sugestivo: pensemos que desde el  seno de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y la del papá; por el tono  de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. La voz de  Jesús es única. Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida,  un camino que supera también el abismo de la muerte.  Pero, en un momento determinado, Jesús dijo, refiriéndose a sus ovejas: «Mi  Padre, que me las ha dado… (cf. 10, 29). Esto es muy importante, es un misterio  profundo, no fácil de comprender: si yo me siento atraído por Jesús, si su voz  templa mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo  del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza… y Jesús es todo esto en plenitud… 

Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, especialmente las  llamadas a una especial consagración. A veces Jesús nos llama, nos invita a  seguirle, pero tal vez sucede que no nos damos cuenta de que es Él, precisamente  como le sucedió al joven Samuel. Hay muchos jóvenes hoy, aquí en la plaza. Sois  muchos vosotros, ¿no? Se ve… Eso. Sois muchos jvenes hoy aquí en la plaza.  Quisiera preguntaros: ¿habéis sentido alguna vez la voz del Señor que, a través de  un deseo, una inquietud, os invitaba a seguirle más de cerca? ¿Le habéis oído? No  os oigo. Eso… ¿Habéis tenido el deseo de ser apóstoles de Jesús? Es necesario  jugarse la juventud por los grandes ideales. Vosotros, ¿pensáis en esto? ¿Estáis de  acuerdo? Pregunta a Jesús qué quiere de ti y sé valiente. ¡Pregúntaselo! Detrás y  antes de toda vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, está siempre la  oración fuerte e intensa de alguien: de una abuela, de un abuelo, de una madre, de un padre, de una comunidad… He aquí porqué Jesús dijo: «Rogad, pues, al Se￱ñor  de la mies —es decir, a Dios Padre— para que mande trabajadores a su mies»  (Mt 9, 38).
 
Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y sólo en la oración  pueden perseverar y dar fruto. Me complace ponerlo de relieve hoy, que es la  «Jornada mundial de oración por las vocaciones». Recemos en especial por los  nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma que tuve la alegría de ordenar esta  mañana. E invoquemos la intercesión de María. Hoy hubo diez jóvenes que dijeron  «sí» a Jesús y fueron ordenados sacerdotes esta maana…
 
Es bonito esto.  Invoquemos la intercesión de María que es la Mujer del «sí». María dijo «sí», toda  su vida. Ella aprendió a reconocer la voz de Jesús desde que le llevaba en su seno.  Que María, nuestra Madre, nos ayude a reconocer cada vez mejor la voz de Jesús y  a seguirla, para caminar por el camino de la vida. Gracias. 
 
Papa Francisco
Regina Coeli
IV Pascua 2013 
Fuente: www.vatican.va
Publicado en Lectio Divina.

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