En efecto, ellos serán configurados en Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es decir que serán consagrados como verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento y con este título que los une en el sacerdocio a su obispo, serán predicadores del Evangelio, pastores del Pueblo de Dios y presidirán las acciones de culto, especialmente en la celebración del sacrificio del Señor.
En cuanto a ustedes, hermanos e hijos amadísimos, que están por ser promovidos al orden del presbiterado, consideren que ejerciendo el ministerio de la Sagrada Doctrina serán partícipes de la misión de Cristo, único Maestro. Dispensen a todos aquella Palabra de Dios que ustedes mismos han recibido con alegría. Recuerden a sus mamás, abuelitas, catequistas, que les dieron la Palabra de Dios, la fe…. este don de la fe, que les transmitieron, este don de la fe. Lean y mediten asiduamente la Palabra del Señor, para creer lo que han leído, para enseñar lo que aprendieron en la fe, vivir lo que han enseñado. Recuerden también que la Palabra de Dios no es propiedad de ustedes: es Palabra de Dios. Y la Iglesia es la que custodia la Palabra de Dios.
Por lo tanto, que la doctrina de ustedes sea alimento para el Pueblo de Dios; alegría y sostén a los fieles de Cristo el perfume de vuestra vida, para que con su palabra y su ejemplo ustedes edifiquen la casa de Dios, que es la Iglesia. Ustedes continuarán la obra santificadora de Cristo. Mediante el ministerio de ustedes, el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque se une al sacrificio de Cristo, que por medio de las manos de ustedes, en nombre de toda la Iglesia, es ofrecido de modo incruento sobre el altar de la celebración por los Santos Misterios.
Reconozcan pues lo que hacen. Imiten lo que celebren, para que participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleven la muerte de Cristo en sus miembros y caminen con Él en novedad de vida.
Con el Bautismo agregarán nuevos fieles al Pueblo de Dios. Con el Sacramento de la Penitencia remitirán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia: hoy les pido en nombre de Cristo y de la Iglesia, por favor, no se cansen de ser misericordiosos. Con el óleo santo darán alivio a los enfermos y también a los ancianos: no se avergüencen de dar ternura a los ancianos … Celebrando los sagrados ritos y elevando sus oraciones de alabanza y súplica durante las distintas horas del día, ustedes se harán voz del Pueblo de Dios y de la humanidad entera.
Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en favor de ellos para cuidar las cosas de Dios, ejerzan con alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo, con el único anhelo de gustar a Dios y no a ustedes mismos. Sean pastores, no funcionarios. Sean mediadores, no intermediarios.
En fin, participando en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, en comunión filial con su obispo, comprométanse en unir a sus fieles en una única familia para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo.