23 Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

¿Eres consciente de que a veces “te haces el sordo” por no querer escuchar lo que el Señor te pide?
¿Hacia  quiénes debo abrir mi vida?
¿ Le pides fortaleza y docilidad al Señor para estar atento a su voz y a la voz de los que me necesitan?

El Evangelio de este domingo (cf. Marcos 7, 31-37) se refiere al episodio de la sanación milagrosa de un sordomudo, realizada por Jesús. Le llevaron a un sordomudo, pidiéndole que le impusiera la mano. Él, sin embargo, realiza sobre él diferentes gestos: antes de todo lo apartó lejos de la multitud. En esta ocasión, como en otras, Jesús actúa siempre con discreción. No quiere impresionar a la gente, Él no busca popularidad o éxito, sino que desea solamente hacer el bien a las personas. Con esta actitud, Él nos enseña que el bien se realiza sin clamores, sin ostentación, sin «hacer sonar la trompeta». Se realiza en silencio.

Cuando se encontró apartado, Jesús puso los dedos en las orejas del sordomudo y con la saliva le tocó la lengua. Esto recuerda a la Encarnación. El Hijo de Dios es un hombre insertado en la realidad humana: se ha hecho hombre, por tanto puede comprender la condición penosa de otro hombre e interviene con un gesto en el cual está implicada su propia humanidad. Al mismo tiempo, Jesús quiere hacer entender que el milagro sucede por motivo de su unión con el Padre: por esto, levantó la mirada al cielo. Después emitió un suspiro y pronunció la palabra resolutiva: «Effatá», que significa «Ábrete». Y en seguida el hombre fue sanado: se le abrieron los oídos, se soltó la atadura de su lengua. La sanación fue para él una «apertura» a los demás y al mundo…

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22 Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

¿Juzgo a los demás condenando sus errores y justifico los míos?
¿Me quedo en los formalismos, en cumplir los mandamientos por obligación?
¿Dónde está mi corazón?  
¿ Cúal es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina o  el tesoro es otra cosa? 

* * *
El Evangelio de este domingo presenta una disputa entre Jesús y algunos fariseos y escribas. La discusión se refiere al valor de la «tradición de los antepasados» (Mc 7,3) que Jesús, refiriéndose al profeta Isaías, define «preceptos de hombres» (v. 7) y que jamás deben tomar el lugar del «mandamiento de Dios» (v. 8). Las antiguas prescripciones en cuestión comprendían no sólo los preceptos de Dios revelados a Moisés, sino una serie de dictámenes que especificaban las indicaciones de la ley mosaica. Los interlocutores aplicaban tales normas de manera más bien escrupulosa y las presentaban como expresión de auténtica religiosidad. Por lo tanto, recriminan a Jesús y a sus discípulos la transgresión de aquellas, de manera particular las que se referían a la purificación exterior del cuerpo (cfr v. 5).  La respuesta de Jesús tiene la fuerza de un pronunciamiento profético: «Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres» (v. 8).  Son palabras que nos colman de admiración por nuestro Maestro: sentimos que en Él está la verdad y que su sabiduría nos libra de los prejuicios.
 Pero ¡atención! Con estas palabras, Jesús quiere poner en guardia también a nosotros, hoy, del considerar que la observancia exterior de la ley sea suficiente para ser buenos cristianos…

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21 Domingo del Tiempo Ordinario – B

Señor, ¿a quién iremos?

Concluye hoy la lectura del capítulo sexto del Evangelio de Juan, con las palabras sobre el ¡Pan de la vida’, pronunciadas por Jesús, al día siguiente del milagro de la multiplicación de los panes y peces.

Al final de su sermón, el gran entusiasmo del día anterior se apagó, porque Jesús había dicho que era el Pan bajado del cielo y que daba su carne como alimento y su sangre como bebida, aludiendo así claramente al sacrificio de su misma vida. Estas palabras suscitaron desilusión en la gente, que las juzgó indignas del Mesías, no ‘exitosas’

Algunos miraban a Jesús como a un Mesías que debía hablar y actuar de modo que su misión tuviera éxito, ¡enseguida!

¡Pero, precisamente sobre esto se equivocaban: sobre el modo de entender la misión del Mesías!

Ni siquiera los discípulos logran aceptar ese lenguaje, lenguaje inquietante del Maestro. Y el  pasaje de hoy cuenta su malestar: «¡Es duro este lenguaje! – decían – ¿Quién puede escucharlo?». (Jn 6,60)…
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Domingo 19 del Tiempo Ordinario – B

La Eucaristía prenda de vida eterna

¿Acudimos a la Eucaristía  porque sentimos  hambre de Dios o por rutina, por “cumplir”?
¿La Eucaristía me lleva a sentir a todos, verdaderamente, como hermanos y hermanas? ¿hace crecer en mí la capacidad de alegrarme con quien se alegra y de llorar con quien llora? ¿Me impulsa a ir hacia los pobres, los enfermos, los marginados? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús?

* * * *

Evangelio de Juan presenta el discurso sobre el «pan de vida», pronunciado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, en el cual afirma: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo» (Jn 6, 51). Jesús subraya que no vino a este mundo para dar algo, sino para darse a sí mismo, su vida, como alimento para quienes tienen fe en Él. Esta comunión nuestra con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra vida, con nuestras actitudes, un pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne. Para nosotros, en cambio, son los comportamientos generosos hacia el prójimo los que demuestran la actitud de partir la vida para los demás...

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18 domingo del Tiempo Ordinario B

¿Por qué buscamos al Señor? ¿Por qué y para qué venimos a la Eucaristía de cada domingo?
¿Busco el pan que perece o el Pan de Vida?

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En este domingo continúa la lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan. Después de la multiplicación de los panes, la gente se había puesto a buscar a Jesús y finalmente lo encuentra en Cafarnaún. Él comprende bien el motivo de tanto entusiasmo por seguirlo y lo revela con claridad: «Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6, 26). En realidad, esas personas lo siguen por el pan material que el día anterior había saciado su hambre, cuando Jesús había realizado la multiplicación de los panes; no habían comprendido que ese pan, partido para tantos, para muchos, era la expresión del amor de Jesús mismo. Han dado más valor a ese pan que a su donador. Ante esta ceguera espiritual, Jesús evidencia la necesidad de ir más allá del don y descubrir, conocer, al donador. Dios mismo es el don y también el donador. Y, así, de ese pan, de ese gesto, la gente puede encontrar a Aquel que lo da, que es Dios. Invita a abrirse a una perspectiva que no es solamente la de las preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, del éxito, de la carrera. Jesús habla de otro alimento, habla de un alimento que no se corrompe y que es necesario buscar y acoger. Él exhorta: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre» (v. 27). Es decir, buscad la salvación, el encuentro con Dios…

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16 domingo del Tiempo Ordinario – B

¿Reservo un tiempo de calma  para  descansar en el Señor?
¿Cómo vivo el domingo?
¿Siento compasión ante la falta de fe y desorientación y problemas de los demás?
  ¿Soy consciente de que con mis palabras y con mis actos puedo  hacer nacer la necesidad de buscar a Dios a los que están cerca de mí y se sienten desorientados o vacíos?

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El Evangelio de hoy (cf. Marcos 6, 30-34) nos narra que los apóstoles, tras su primera misión, regresaron donde estaba Jesús y le contaron «todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado» (v. 30). Después de la experiencia de la misión, ciertamente entusiasta pero también agotadora, tenían necesidad de descanso. Jesús, lleno de comprensión, se preocupa de asegurarles un poco de alivio y dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (v. 31). Pero esta vez la intención de Jesús no se puede realizar, porque la multitud, intuyendo el lugar solitario hacia donde se dirigía con la barca junto con sus discípulos, corrió hacia allí antes de su llegada. Eso mismo también puede suceder hoy. A veces no logramos realizar nuestros proyectos porque surge un imprevisto urgente que modifica nuestros programas y que exige parte y disponibilidad hacia las necesidades de los demás…

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15 domingo del Tiempo Ordinario B

¿Cómo puedo ser apóstol?

¿Te sientes enviado por Jesús en tu familia, en tu trabajo, con tus amigos…? ¿Eres fiel al Evangelio con tus palabras y actitudes? ¿Cómo reaccionas ante las contrariedades o la incomprensión de los demás? ¿Estás atado a tus seguridades, comodidades y  te cuesta el desprendimiento, el compromiso?

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El Evangelio de hoy (cf. Marcos 6, 7-13) narra el momento en el que Jesús envía a los Doce en misión. Después de haberles llamado por su nombre uno por uno, «para que estuvieran con él» (Marcos 3, 14) escuchando sus palabras y observando sus gestos de sanación, entonces les convoca de nuevo para «enviarlos de dos en dos» (6, 7) a los pueblos a los que Él iba a ir. Son una especie de «prácticas» de lo que serán llamados a hacer después de la Resurrección del Señor con el poder del Espíritu Santo. El pasaje evangélico se detiene en el estilo del misionero, que podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la misión tiene un rostro.

El discípulo misionero tiene antes que nada su centro de referencia, que es la persona de Jesús. La narración lo indica usando una serie de verbos que tienen Él por sujeto —«llama», «comenzó a mandarlos», «dándoles poder», «ordenó», «les dijo» (vv. 7.8.10)—, así que el ir y el obrar de los Doce aparece como el irradiarse desde un centro, el reproponerse de la presencia y de la obra de Jesús en su acción misionera. Esto manifiesta cómo los apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni propias capacidades que demostrar, sino que hablan y actúan como «enviados», como mensajeros de Jesús.

Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo…

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14 Domingo del Tiempo Ordinario – B

 ¿No estaremos rechazando también nosotros a Cristo con nuestras actitudes que dejan mucho que desear como cristianos: egoísmos, comodidades, falta de compromisos, con nuestros silencios y miedos de ir a contracorriente en algunos ambientes…. ?

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La página evangélica del día (cf. Marcos 6, 1-6) presenta a Jesús cuando vuelve a Nazaret y un sábado comienza a enseñar en la sinagoga. Desde que había salido de Nazaret y comenzó a predicar por las aldeas y los pueblos vecinos, no había vuelto a poner un pie en su patria…

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13 Domingo de Tiempo Ordinario -B

“Señor, auméntanos la fe”

¿Cómo es tu fe? ¿crees que Jesús te puede curar y te puede despertar de la muerte? ¿Dedicas tiempo a hacer crecer tu fe  con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la contemplación, con el agradecimiento a Dios?
¿Tus obras dan testimonio de Aquel en quien crees ?

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 El Evangelio de hoy presenta el relato de la resurrección de una niña de doce años, hija de uno de los jefes de la sinagoga, el cual se echa a los pies de Jesús y le ruega: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva» (Mc 5, 23). En esta oración vemos la preocupación de todo padre por la vida y por el bien de sus hijos. Pero percibimos también la gran fe que ese hombre tiene en Jesús. Y cuando llega la noticia de que la niña ha muerto, Jesús le dice: «No temas, basta que tengas fe» (v. 36). Dan ánimo estas palabras de Jesús, y también nos las dice a nosotros muchas veces: «No temas, basta que tengas fe». Al entrar en la casa, el Señor echa a la gente que llora y grita y dirigiéndose a la niña muerta dice: «Contigo hablo, niña, levántate» (v. 41). Inmediatamente la niña se levantó y echó a andar. Aquí se ve el poder absoluto de Jesús sobre la muerte, que para Él es como un sueño del cual nos puede despertar…

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12 Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

¿A qué tienes miedo? ¿Por qué tienes miedo? 
¿Te dejas  llevar por la angustia y el miedo ante «las tempestades» de la vida? ¿Confías al Señor tus problemas con la seguridad de que a Él le importas ? 
«Ante el hombre que grita: «ya no puedo más», el Señor sale a su encuentro, le ofrece la roca de su amor, a la que cada uno puede aferrarse, seguro de que no se caerá. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Él está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto».

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